El trabajo estratégico de una marca de culto.
La construcción de identidad y reputación ya no sólo queda en el ámbito de gestión de las organizaciones, hoy por hoy diversas figuras públicas, han debido recurrir a la generación de estrategias que les permitan su existencia y permanencia en la palestra y sobre todo en el inconsciente colectivo de la opinión pública.
Sin embargo más allá de las acciones comunicacionales y de marketing que puedan planear y gestionar las figuras, me pregunto: qué hace que generaciones diversas compartamos gustos e intereses por ciertas figuras de culto?
Pienso en específico en David Lynch, director de cine, actor, productor de música electrónica, artista plástico, esteta, amante del dadaísmo y del surrealismo en su máxima expresión y lo asemejo -con todas las distancias posible- con David Bowie (mi héroe máximo de vida, de quien me referiré en extenso cuando asuma mi duelo) o incluso con Andy Warhol, de quien además de destacar su inmenso e inconmensurable aporte a la cultura POP, fue uno de los hábiles artistas en mantener y gestionar una relación estratégica con los medios de comunicación, un tremendo y nato relacionista público. Pero bueno, volviendo al adorable Lynch (su papel de Gordon Cole es máximamente sublime) después de 25 años nos llega la noticia del estreno de la tercera temporada de Twin Peaks, y no hubo en esta primavera del 2017, generación X e Y que resistiera a la serie de Netflyx.
A diferencia de las dos temporada anteriores, en esta tercera versión Lynch escribe y dirige todos los capítulos, dando la impronta y atmósferas que pudimos apreciar en Lost Highway, Blue Velvet, Corazón Salvaje, Eraserhead y a mi juicio, sobre todo en El Hombre Elefante. Llegando incluso a incomodar físicamente.
Misterios, secretos, acciones límites, surrealismo, erotismo bizarro, relaciones de conflicto, personajes incomprensibles, detestables, pero entrañables ( empezando por el perturbado Agente Cooper, los hermanos del Casino y sus chicas "rubia tonta", el jefe de las ventas de seguros, el pequeño hijo de Dougie Jones y la histérica, bruja pero siempre guapa Janey E-Jones interpretada por Naomi Watts ), nos llevan a la psicología más íntima de cada uno de sus ciberespectadores, logrando la interpretación y lectura más profunda de nuestro ser, una lectura que desenmascarada y que deja en evidencia a una sociedad, que sin bien a cambiado, mantiene sombras, miedos y valores que solo el séptimo de arte de Lynch han logrado posicionar como referentes de culto en la escena cinematográfica y artística. Lynch ha sabido leernos e interpretarnos, cual marketero experto en neurociencias que vive, come y duerme con sus consumidores.
Lynch utiliza una clave intuitiva, un dato oculto pero latente, un camino, un inicio, un intangible en el que varias generaciones convergemos, una manera de pensar y sentir, un relato, una forma de reflexionar, un penetrante entendimiento de su compleja narrativa, un insight clave en la generación de su contenido. Variables que lo han posicionado como una figura de culto generación tras generación.